La Leyenda de los Pendragron
«Los instintos avisan a uno de los peligros mortales. Algún órgano oculto nos avisa de la cercanía de la muerte. Parece que los miembros de la familia Pendragon tienen ese órgano muy bien desarrollado».
Alquimistas, ocultismo, conspiraciones, personajes quijotescos y el carácter aristocrático del paisaje inglés. Estos son algunos de los ingredientes principales de la novela La leyenda de los Pendragon, del húngaro Antal Szerb (1901-1945).
La historia que nos encontramos entre sus casi trescientas páginas es narrada en primera persona por un erudito húngaro afincado en Londres, quien es invitado por un excéntrico conde a su castillo. Es en este majestuoso e intrigante castillo donde nuestro protagonista se encuentra con una leyenda familiar de los Pendragon que desbarata todas sus esperanzas de una estancia tranquila y académica entre los manuscritos antiguos que le esperan entre los estantes de la biblioteca de una familia tan poderosa. Los enigmas, las conjuras y lo esotérico están a la vuelta de la esquina.
«Lo más triste es, milord, que ella tiene razón, por lo menos hasta cierto punto. Soy doctor en filología, o sea en ciencias innecesarias, y me ocupo de todo lo que nunca se le ocurriría a un hombre decente».
Szerb, considerado el maestro del ensayo literario de la Hungría de entreguerras, nos propone un juego divertido, con unos personajes de toque caricaturesco que utiliza de manera elegante para burlarse, con palpable afecto, de las pretensiones académicas. Una mezcla inteligente de ironía, misterio, humor y aventuras, todo ello escrito —y traducido con atino al castellano— con una prosa ágil, bella y entretenida.
En definitiva, una joya literaria perfecta para los amantes de las historias con aire quijotesco, de corte gótico y salpicadas por una gran dosis de ingenio.
«¡Qué cosa más maravillosa es un libro! Está allí, en el estante, sin aparentar nada en especial, sin llamar la atención. Entonces lo abres y sigues sin saber nada, puesto que los incunables no tienen página de portada. A continuación miras el colofón, en la parte de atrás, y ves que tienes en la mano un libro de Caxton, de un príncipe, de un papa. ¿Hay, acaso, alguien que sepa llevar la discreción a esas cimas de la perfección?».