Charlamos en Vida Bookolica de nuevo con Marcos Flor sobre una de la sobras mas controvertidas e incómodas del pasado siglo. Lolita de Vladimir Nabokov es una obra maestra pero también es muy dura y cruda de leer. Marcos nos cuenta todo eso y más en este episodio. Y también os dejamos una reseña más profunda y personal de nuestre escritor de cabecera.
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía.
Así comienza una de las narraciones más controvertidas y reconocibles de la literatura del siglo XX. Desde las primeras líneas, Nabokov deja claro que esta no será una narración al uso, sino que será un encantamiento verbal que, a fuerza de belleza literaria, buscará ocultar lo inenarrable.
Lolita no es simplemente la historia de una obsesión enfermiza ni la crónica de una corrupción a lo que debería quedar, siempre, incorruptible, Es, ante todo, un ejercicio magistral de cómo el lenguaje puede usarse para manipular no solo a los personajes, sino también al lector. Humbert Humbert, su narrador y protagonista, se erige como un ser hiperculto, sensible, irónico y melancólico y, es por ello, entre otras razones que quedan reservadas a los que se atrevan a adentrarse en esta historia, que su prosa brilla, seduce y envenena. Pero bajo esa superficie de excelencia literaria, se esconde una realidad grotesca y moralmente insoportable: el abuso de una niña de doce años.
Nabokov, consciente del abismo sobre el que hace caminar al lector, no nos ofrece voces externas que interrumpan el discurso de Humbert, por lo que no hay juicio explícito en la narración más allá de los momentos de introspección de un narrador en primer persona que desliza el horror con silenciosa elegancia. Y es ahí donde reside la tragedia de la obra, es decir, en la imposibilidad de aferrarse a certezas morales cuando todo está narrado con tal lirismo.
«Me asombra que un ser humano pueda hacer algo tanto tiempo, pensé. ¿No hay miedo en el corazón, no hay dolor, no hay lo que los poetas llaman el “mal del corazón”
Nabokov no hace apología alguna. Al contrario, el arte de esta novela consiste en mostrarnos cómo un monstruo puede ocultarse tras un poeta y, en cómo el lector, seducido por la belleza, corre el riesgo de perder el juicio ético si no está alerta. La novela está plagada de momentos de ternura fingida, de humor negro, de evocaciones nostálgicas que tensan el alma y los principios morales.
Como toda gran novela, Lolita no ofrece respuestas fáciles, solo preguntas incómodas, contradicciones, zonas grises. Nos confronta con una verdad dolorosa, que el arte puede ser usado para embellecer lo inmoral, y que el lector, embelesado, debe estar dispuesto a resistirse. Por lo tanto, si algo debe quedar claro es que Lolita no es un libro que se lee, sino un libro que se sobrevive, pues como bien dice el autor: el amor no es suficiente para salvarnos del dolor.