«Hay gente que cree que no somos capaces de gobernarnos porque las pocas veces que lo hemos intentado hemos fracasado, como si todos los otros que se gobiernan a sí mismos lo hubieran hecho bien a la primera. Eso es igual que pedirle a un niño que empieza a andar y que se cae de culo que se quede así para siempre; como si los adultos que pasan por su lado no se hubieran desplazado nunca a gatas».
Una casa donde la libertad de expresión brilla por su ausencia, donde la única voz que se oye es la de un padre déspota y autoritario, que hace un tiempo abrazó con ahínco la cultura invasora, como solo alguien que sufre un fuerte síndrome de Estocolmo haría.
Chiamamanda Ngozi Adichie nos transporta con su primera novela, «La flor púrpura», galardonada con el premio Commonwealth de Escritores, hasta el vibrante corazón de la Nigeria postcolonial. Una historia que es narrada en primera persona a través de la atemorizada voz de la pequeña Kambili, una niña de quince años muy tímida y reflexiva que vive en un constante conflicto consigo misma sobre lo que siente hacia su figura paterna.
Desde las primeras páginas, esta obra nos sumerge en un mundo donde la lucha por la libertad, el conflicto por la identidad cultural y la búsqueda de la propia voz se entremezclan con las cuestiones políticas y religiosas que azotan el país.
Adichie hace gala de una prosa cuidada y cargada de emoción para dar vida a una serie de personajes complejos, profundos y bien definidos que representan distintas etapas por las que cualquier ser humano podría pasar, y consigue que todo aquel que sostenga este libro entre sus manos, llegue a sentir aquello que los personajes sienten, aquello por lo que sufren, aquello que anhelan.
«La flor púrpura» es una exploración de las ideas de opresión y libertad que en muchas ocasiones se presentan de forma difusa, entremezclándose en un vaivén de emociones; mientras que en otras ocasiones se palpan con una claridad tan cruda que asusta. Kambili, y quien decida acompañarla en este viaje hacia la madurez, será testigo de los diferentes puntos de vista que pueden darse dentro de una misma familia, de cómo vivir la propia vida de la manera que uno cree mejor para sí mismo y para los que le rodean jugando las cartas que le ha tocado vivir. Una historia que hace volar hasta tierras africanas gracias a todos los matices locales que la autora nos regala. Una historia que te envuelve y te hace reflexionar sobre la fuerza de la familia, la religión y la lucha por los propios ideales dentro de una sociedad cruda y deshumanizada.
Una novela que es, en última instancia, un himno a la resistencia y la capacidad del espíritu humano para florecer incluso en las circunstancias más adversas. Chimamanda Ngozi Adichie nos regala una obra maestra que no solo es literatura, sino también un reflejo de la complejidad y la belleza de la vida misma.
«Era algo que practicábamos a menudo, nos hacíamos mutuamente preguntas de las cuales ya conocíamos la respuesta. Tal vez fuera para evitar hacernos las otras preguntas, aquellas de las que no queríamos saber la respuesta».
Chimamanda Ngozi Adichie (1977) es una escritora feminista nigeriana cuya prosa valiente y desgarradora le ha valido el favor de la crítica y del público en general. Su trayectoria literaria abarca varias novelas que tratan temas como el feminismo, el colonialismo y la búsqueda de identidad, pero también ha explorado el terreno de las obras de relatos, poesía y teatro. Su primer ensayo «Todos deberíamos ser feministas» es ya una obra de referencia y ha vendido más de medio millón de ejemplares.